Un reciente estudio internacional posiciona a Ciudad de México como la metrópoli latinoamericana con el precio de vivienda más alto en 2025. Detrás del incremento, se perfila una transformación urbana impulsada por flujos internacionales, desigualdad territorial y el avance sostenido de la gentrificación.
El precio de vivir en el corazón del continente
En el ranking global de precios por metro cuadrado elaborado por el Deutsche Bank, Ciudad de México aparece en la posición 54 entre las 70 urbes con el mercado habitacional más caro del mundo. Con un costo promedio de 3,533 dólares por metro cuadrado en zonas céntricas, supera a cualquier otra ciudad de América Latina, consolidándose como el mercado más costoso de la región para quienes buscan adquirir vivienda.
En el comparativo regional, le siguen Buenos Aires, con un precio estimado de 2,699 dólares por metro cuadrado, y Santiago de Chile, apenas por debajo con 2,633 dólares. São Paulo y Río de Janeiro muestran valores ligeramente menores, mientras que Bogotá completa la lista con un promedio de 1,781 dólares por metro cuadrado en sus áreas centrales.
El arrendamiento también se dispara
El informe del banco alemán también detalla los costos de renta mensual para departamentos de tres habitaciones en zonas céntricas. Una vez más, Ciudad de México encabeza el listado latinoamericano, con una renta promedio de 2,121 dólares mensuales, lo que representa un crecimiento significativo frente a los valores prepandémicos.
São Paulo, Buenos Aires y Santiago se ubican en un rango entre 1,291 y 989 dólares, mientras que ciudades como Río de Janeiro y Bogotá se mantienen por debajo de los 900 dólares mensuales. Estas cifras reflejan no solo el dinamismo del mercado, sino también las presiones sociales que emergen del aumento sostenido en los costos de vivienda.
La otra cara del encarecimiento: gentrificación y exclusión
El encarecimiento de la vivienda en la Ciudad de México no responde únicamente a factores macroeconómicos o a la revalorización de zonas céntricas. Un elemento clave en este fenómeno es la gentrificación acelerada, que en los últimos años ha transformado barrios tradicionales como la Roma, Condesa, Juárez y Escandón, desplazando a residentes históricos y alterando el tejido social.
Factores como el teletrabajo transnacional, la llegada de nómadas digitales —principalmente de Estados Unidos y Europa—, así como la concentración de servicios turísticos y gastronómicos en estas colonias, han disparado la demanda de renta en dólares y contribuido a una inflación inmobiliaria sin precedentes en el país. De acuerdo con un informe reciente del portal Inmuebles24, la renta en algunas zonas de la ciudad ha subido más de un 40% en los últimos dos años, principalmente en propiedades ofertadas a extranjeros.
Una brecha que sigue creciendo
Si bien Ciudad de México ofrece una infraestructura cultural, laboral y urbana de primer nivel en el contexto latinoamericano, el crecimiento de precios ha generado una brecha cada vez más profunda entre ingresos locales y valores de mercado. Mientras el salario promedio mensual de un profesionista ronda los 900 a 1,200 dólares, los precios de renta y adquisición de vivienda en zonas codiciadas se sitúan muy por encima de lo asequible para la mayoría.
El fenómeno plantea desafíos estructurales: cómo diseñar políticas de vivienda asequible, cómo preservar el derecho a la ciudad para sectores medios y populares, y cómo gestionar los efectos de la inversión extranjera en los entornos urbanos.
¿Qué implica esto para el futuro urbano?
El caso de Ciudad de México ilustra una tendencia más amplia en las grandes capitales del sur global: la vivienda se ha convertido en un bien de consumo global, sujeto a dinámicas especulativas que rebasan la lógica local. Mientras el atractivo cultural, gastronómico y climático de la capital mexicana continúa atrayendo inversión y nuevos habitantes temporales, la ciudad enfrenta el reto de no convertirse en un escaparate exclusivo para foráneos y presa de la gentrificación.
El verdadero desafío no es solo contener el alza de precios, sino replantear el modelo de desarrollo urbano hacia uno más equitativo, sostenible y socialmente inclusivo.
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