San Sebastián del Oeste es un must para residentes y turistas y es pequeño poblado que se ubica a cerca de 70 kilómetros de Puerto Vallarta, enclavado en la zona montañosa de Jalisco.
En este paraíso terrenal conocido como Bahía de Banderas no todo es mar. Por un lado, están las bendiciones de tener playas maravillosas a la par de la vida exuberante y feliz del trópico en la región de Puerto Vallarta. Es cierto, y qué gran privilegio es. Sin embargo, otro de los atractivos de esta zona son sus montañas. La majestuosa Sierra Madre Occidental prácticamente se mete al océano Pacífico para crear un incomparable binomio de mar y montaña, bosque y selva, que hacen única a la bahía.
Pueblo Mágico y atractivo, esta singular villa data de la época colonial. En los años de dominio español Real de San Sebastián del Oeste fue un pujante centro productor de oro y plata. Con el paso del tiempo, la actividad minera se fue apagando y el pueblo fue perdiendo riqueza y habitantes. No obstante, San Sebastián conserva hoy en día ecos del esplendor pasado en sus encantadoras calles, casas y haciendas.
Como sacado de una postal
Llegar por la carretera a esta población ubicada a 1,480 metros sobre el nivel del mar, tiene su encanto. Los paisajes son maravillosos y la recompensa por recorrer el camino lleno de curvas que lleva a San Sebastián es arribar a un sitio que parece sacado de una tarjeta postal. Se trata de un pueblo de sosegado ritmo de vida, en medio de bosques y montañas, con gente sencilla y amable.
Uno puede visitarlo sólo por unas horas y la pasará muy bien en San Sebastián del Oeste. Otros pernoctan para sumergirse en la paz de este poblado de casas de muros blancos con techos de tejas de barro. Dicho estilo, por cierto, lo heredaron las casas del viejo Puerto Vallarta, que fue poblado por migrantes de la sierra desde el siglo 19, a partir del ocaso de la minería.
Como todo pueblo tradicional, en el centro destaca la iglesia. En este caso el templo está dedicado a San Sebastián Mártir, el santo patrono, y data del siglo 17. Enfrente, se encuentran los tradicionales portales, con tiendas y concurridos restaurantes.
Mario vive en Guadalajara y ama este poblado jalisciense. Explica sus motivos: “La vista es hermosa, las calles empedradas y su ambiente es la de un Pueblo Mágico, con sus fachadas uniformemente blancas y tejados rojos. Tranquilidad absoluta y varias casitas/hotel para quedarse. Caminando, se recorre en un par de horas.”
Construcciones con historia, calles empedradas
San Sebastián del Oeste atrae y subyuga a nacionales y extranjeros. Casas y haciendas llenas de historia, tranquilas calles empedradas, cafés, bares, hotelitos acogedores (algunos abiertos en los siglos 18 o 19), constituyen buena parte de la oferta para goce de los visitantes.
Vaya que se come bien aquí. Junto con los establecimientos de deliciosa comida regional y mexicana, el poblado puede presumir contar con restaurantes tipo europeo de gran calidad, excelente decoración, buen servicio y grato ambiente.
Se puede beber y comprar un notable café orgánico sembrado en algunas de las fincas cafetaleras de las inmediaciones. Asimismo, en los bares de San Sebastián ofrecen la potente raicilla, así como cocteles elaborados con este destilado pariente del tequila.
Mirador al pasado y la bahía
Una visita obligada es la Casa Museo de doña Conchita Encarnación. Es pequeño, se aloja en una añeja construcción situada en el centro del poblado y rescata la memoria histórica de la región y de la familia de su propietaria.
No menos importante es el Mirador de la Bufa, desde donde se disfruta una magnífica vista. Hay que llegar en cuatrimoto y al final a pie, en medio de un hermoso bosque de pinos, robles y fresnos. Con suerte, si el clima lo permite, podrá ver la Bahía de Banderas y Puerto Vallarta, además, por supuesto de las montañas y valles cercanos.
Algo que se suele hacer en San Sebastián y sus alrededores es practicar el senderismo. Se puede caminar mucho, lo cual –se sabe– es magnífico ejercicio para el cuerpo y permite admirar las maravillas naturales y arquitectónicas de este mágico rincón de la montaña jalisciense.
Por Diego Arrazola